Verbalizar: Un acto de amor
- fabianjesusvidal
- 30 jun 2019
- 4 Min. de lectura

Hoy me sucedió algo importantísimo, lo cual me llevo a planificar este escrito. Tenía hasta las 00:00 para entregar un trabajo para la Universidad, sin embargo no disponía de todas esas horas. En la mañana tuve que salir y no sucedió hasta la tarde, cuando llegue y luego de almorzar, ordenar mi habitación y bañarme, que recién me senté a trabajar en mi escritorio. Pero ya eran las 16:00 y a las 18:00 tenía que irme a la iglesia por causa de un motivo importante. Me sentí un poco frustrado, enojado, molesto… no sabía exactamente por qué y de pronto me cayo el flechazo de autoconsciencia; me di cuenta que “me sentía solo”, ¿te ha pasado? estaba fantaseando inconscientemente que alguien me apañara, o al menos, que alguien me observara y me dijese lo bien que estaba haciendo las cosas. De pronto uno podría identificar esta experiencia rayando en el limite del egocentrismo o la necesidad patológica de la afirmación de un otro. También lo pensé. Pero no se trataba precisamente de eso. Se trataba más bien de una cuestión antigua, arcaica, primitiva.
Humanidad.
Desde arcaicos siglos hemos necesitado sentirnos apañados en los procesos difíciles. Para algunos algo difícil no es necesariamente lo que es para un otro. Hoy me sentí mal. No sé que era precisamente lo que necesitaba.
Fui a la iglesia y entonces regresé a las 22:00 con la intención de terminar el trabajo que me restaba para entonces enviarlo. Mi familia sabia, yo les había avisado en lo que estaba y me habían visto correr todo el día. Pero cuando llegué, estaban todos riendo, compartiendo, disfrutando el compartir mientras yo me volví a instalar en mi escritorio, todavía con más enojo, frustración y molestia. Todavía con ganas de que nadie se riera porque yo estaba mal. Para ellos les parece obvio verme siempre así, es mi rutina común.
Termine el trabajo.
Y entonces, me relaje. Lloré. Muchas ideas se con-fundieron.
Pero apareció mi mamá, y de pronto, fue como si hubiese engendrado un milagro simplemente con el acto de hablar. Me dijo lo siguiente:
"Hijo, porciacaso, me gustaría hacerte saber, aunque no lo haya demostrado, que yo estuve pendiente todo el tiempo mientras estabas en la iglesia, de que te quedaba poco tiempo para las 00:00 y de qué te habías esforzado todo el día, como siempre, para dar lo mejor de ti… Y quería decírtelo porque no quiero pasar desapercibida… en todo caso eres seco, yo lo sé…"
Las mamas son increíbles.
Me liberé. Fue como si ella hubiese venido con una varita mágica de Harry Potter y de pronto me hubiese sanado, reparado o reconstruido. Así lo sentí.
¿Saben cómo se llama lo que ella hizo?
Verbalizar.
Las obviedades no siempre son lo que parecen. Quizá lo sean para quienes las perciben como tal, pero la verdad es que no necesariamente lo que me sea obvio a mí lo será para un otro. Es más, puede ser probable que la mayor parte de las obviedades sean no obvias para otros simplemente por el hecho de asumir la diferencia humana. A veces pensamos que es obvio el hecho de que el otro sabe que yo aprecio lo que está haciendo y entonces simplemente hacemos nada. Pero cuando hablamos y trascendemos la quietud de la obviedad, es cuando entonces irrumpimos el misterio que muchas veces es dolor, soledad o inseguridad.
Nos alimentamos de amor. Y la palabra puede ser, siempre una herramienta amorosa. Me encantan los consejos bíblicos. En uno de ellos, dice que la palabra puede utilizarse para maldecir o bendecir. Una buena traducción de lo que es capaz de soportar el termino bendecir, sin ser arruinado, tiene que ver justamente con lo que estamos hablando. Afirmar. Celebrar. Honrar. Felicitar. En última instancia: verbalizar.
Verbalizar es poner en palabras lo obvio. Los demás lo necesitan. Pero nosotros también. Existe una relación distónica entre la obviedad y la soledad. Quien constituye en efecto un hecho obvio, entiende también en el, su carácter solitario en tanto lo piensa como algo incomunicable; un algo que en su defecto no penetra a nadie, ni trastoca emoción alguna de cual sea el individuo. No obstante, cuando verbalizamos, bendecimos, o mejor dicho, amamos; reconstruimos algo que no sabemos que es o que puede llegar a ser; en ocasiones puede tratarse de tristeza, dolor, o lo que sea. Como sea algo sucede. Sucede fuera y sucede dentro. Quien verbaliza, vuelve finalmente ese acto de amor, un estilo de vida. Piénsenlo como una digestión. Quien no extrae, finalmente se tranca. Y lo que tiene allí trancado, siempre lo enferma. Entre los humanos parece una idea asquerosa, pero en el mundo de los seres vivos, las plantas amazónicas se alimentan de muchas “s” de animales. Sin ellas, las plantas moririan. Y si ellas mueren, mueren los insectos. Y si mueren los insectos, muere gran cantidad de flora y fauna. Luego los árboles, luego el oxígeno. Luego nosotros.
¿Enserio pensaste que eramos independientes?
Nos necesitamos. Así que vé allí y verbaliza. Di lo que tienes estancado dentro, di lo obvio. Felicita a alguien. Da un abrazo. Di lo bien que esta haciendo su tarea. Recalca lo bien que luce vestido. Acentúa alguna capacidad. Haz algo. No mueras y no dejes que mueran los demás. El mundo es un cuerpo, y nosotros, sus partes.
Verbalicemos.
Reparemos.
Amemos.
Por: Fabian J. Castañeda Vidal.
Kommentit