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RAZONES EMOCIONALES


Se aprende muchísimo en las relaciones afectivas, sobre todo porque los sentimientos pueden funcionar como excelentes mapas para explorar territorios inconscientes. Recuerdo haber tenido una pareja a la que siempre acompañaba a comprarse ropa. Cuando ella se probaba algunas prendas, consultaba mi opinión. Aprendí una gran lección con ella. Cuando yo afirmaba que «no me gustaba» tal prenda, ella me exigía una justificación racional. ¿Se puede racionalizar un gusto? ¿Se puede explicar objetivamente por qué no me gusta tal ropa? ¿Cuales son sus consecuencias?. Comencé a hacerme estas preguntas cada vez que íbamos al mall (shopping), y se me hacía muy entretenido. Pero lo cierto es que en definitiva, los humanos no sabemos porque nos gusta lo que nos gusta, a no ser en dimensiones muy inexactas, superficiales y creativas.


— ¿Te gusta este Jeans?


— No.


—¿Por qué?


— No sé.


¿Común, no?


Los «no se» son muy importantes, porque nos permiten reconocer nuestra impotencia. Pero ante mi respuesta común, ella siempre se angustiaba. La angustia puede padecerse de diversas maneras: en ocasiones, quien se angustia puede experimentar rechazo. En otras, tristeza, rabia o incluso traición. Los sentimientos no son como las emociones. Estas últimas son cuestiones biológicas que nuestro cuerpo produce de forma natural. Los sentimientos en cambio, son construcciones de diferentes configuraciones intrapsíquicas, propias de la cultura, las relaciones y la singularidad de cada quien. No obstante, lo que me interesa puntualizar aquí no es lo que la angustia es, sino su efecto desencadenado.


Su angustia era tal, que muchas veces lograba desplazarla sobre mí, de manera que terminaba siendo yo quien me angustiaba. Me angustiaba muchas veces decir que algo no me gustaba, porque me angustiaba su angustia. El límite entre la complacencia y la angustia se juegan en esta situación en planos diferentes, puesto que el trabajo que hacia la angustia devenía en la racionalización y no en la complacencia. Esto fue algo que me costó entender, sobre todo porque no todos tienen constituido de igual manera la racionalización como una forma de enfrentar la angustia. Yo personalmente tengo una relación bastante cortejada con la angustia. Así que la observación se hacia muy difícil, como lo puede ser también para el lector que no haya experimentado tales ocurrencias.


Sigmund Freud entendió la racionalización como una forma de reaccionar ante la angustia. Racionalizamos todo, porque la carencia del sentido nos aterroriza. La verdad es que el humano no es racional o emocional como dos binarios antagónicos. Es ambas. Aquellas frases clichés sobre ser «emocional» o ser «racional» no son otra cosa que formas de enfrentar la angustia desde una economía intelectual que presiona el nacimiento de una taxonomía que no existe. De manera que la razón de nuestro gusto se ubica en la emocionalidad razonable. De ahí la importancia de leer al cuerpo, y delimitar muchas veces entre la explicación y la descripción, como una distinción de dos formas de comunicarnos con nosotros mismos y también con el mundo. Estas interrelaciones son a veces muy conflictivas. En última instancia, quien no logra dominar su angustia, termina racionalizando lo irracionalizable, dejando espacios emocionales subyugados y ahorcados, que más tarde cobran factura. A menudo las explicaciones se desencadenan en meras invenciones para lidiar con la angustia, y en esta ocasión, la invención es una mentira que hace daño. Piense el lector una situación cotidiana: La pareja de la cual nos enamoramos, de pronto nos hace una pregunta emocional, pero que demanda una respuesta racional, y que en sumo se ubica en un plano de lo inconsciente: ¿Por qué te gusto?, ¿Por qué me amas?: el cuestionado busca desesperadamente entre sus recursos creativos una respuesta inventada. El problema con este arte autoexplicativo y heterojustificado, es qué después tenemos que lidiar con la angustia de creer tales cosas que hayamos dicho y asumirlas posteriormente como explicaciones apodícticas, taxativas y exactas, suprimiendo y distorsionando una realidad que por consecuencia subyaga nuestro universo emocional, y por tanto nunca más podremos volver a relacionarnos como antes.


Fabian J. Castañeda Vidal.

 
 
 

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