top of page
Buscar

OTREDAD, SER Y DESENCAJE

Actualizado: 13 abr 2020




El ser humano no es un yo, sino un otro, un otro porque el ser humano no es un ser humano, sino que, siempre puede llegar a ser otro. No es esencial ni cerrado ni definitivo. Es otro porque está siempre en tránsito, extrañado de sí mismo, reinventándose, abierto también a la presencia de los otros que lo van transformando, transitando así, en una gran metamorfosis. El ser humano es un constante cambio, cambio que no está atravesado por una lógica de coherencia, dependencia, progresión, o encaje, a veces, simplemente es cambio, es por eso, que el ser angustia, pues cuando las cosas no encajan, el ser desesperara por carencia de sentido, unos de nuestros dolores más profundos…


Dice el adultocentrismo por lo general, que la edad de la adolescencia es la más difícil. Sin embargo, yo, independiente a las desgracias de mi adolescencia, lo pasé chancho. Si tuviera que definir la edad más difícil de la existencia, diría 18-35. Y si tuviera que patentarla con un título, sería “la crisis del sin sentido”. Quizá, y, ni siquiera tenga que ver con la edad, pero en honor a las tradicionales costumbres de categorizar todo, quise aproximar el tiempo en ese rango de años.


La mujer con la que te vas a casar, la carrera que vas a decidir estudiar en la universidad, cuantos hijos vas a tener, de qué forma los vas a criar, la casa que vas a comprar, el color de la casa, el país o la ciudad donde vas a vivir, las estrategias para construir el camino hacia tus propias metas, tu forma de vestir, tus decisiones que afectan a terceros, tus opiniones sobre las cosas, el dinero que necesitas, la conducta que debes llevar, tus relaciones interpersonales, tus situaciones familiares, tu círculo de amigos, tu gran y paradójico mundo emocional y otras miles, te angustian, te desesperan, te llenan de inseguridad, incertidumbre, desconfianza, terror, desequilibrio, tristeza.


Hay quienes disfrutan del desencaje con una apatía utópica, quizá porque cargan con su cruz, llena de fantasmas crucificados gritándoles sobre el sentido, el utilitarismo, el propósito, el encaje. Muchos de ellos han sido considerados como hombres solitarios, autistas, extremos. Muchos han afirmado que aquellos mantienen una conducta inadaptada, definiéndolos como inadaptados sociales, sin embargo, no sabemos si esto es cierto, quizá tendríamos que preguntarnos que es una conducta inadaptada, desde qué criterios se define que es la adaptación y, también, si la adaptación ya sea social, ambiental o cultural significa siempre y automáticamente salud personal. Hay que resaltar que los grandes santos, genios, creadores y héroes de las diversas épocas eran realmente unos inadaptados sociales, con un comportamiento y valores que chocaba y contrastaba con la mentalidad dominante, siempre resaltando en medio de una sociedad de adaptaciones en donde todo tiene que encajar.


El ser humano nunca encaja, porque el ser humano es otro. El otro se recrea a sí mismo todo el tiempo ya que no tiene una definición precisa, sino que crece en ese proceso de reinvención incesante que es la identidad como búsqueda y no como producto ultimo con título propio. El ser es un otro porque no es preciso ni último ni definitivo. Es nuestro. Y ni siquiera es nuestro en esa paradoja identitaria entre lo propio y lo ajeno, entre lo que nos constituye y nos diferencia, entre lo propio y lo impropio. Entre. El ser es un otro porque el ser siempre es entre. Entre, porque nadie tiene la verdad definitiva. El ser es una conversación infinita. Y si hay conversación, no hay monólogo. Y si no hay monólogo, no hay pensamiento único, sino palabras que construyen sentido sobre otras palabras previas, pero sobre todo abiertas a la imprevisible presencia de las voces no escuchadas que se redimen haciéndose oír, contaminando el lenguaje. El ser es ese otro que excede todo lenguaje, ya que todo lo que digamos del ser, lo decimos; y por ello se confina en un lenguaje previo que muchas veces olvida, invisibiliza, opaca las pieles, los estómagos, las gargantas, los cuerpos, la verdad.


Entre los inadaptados sociales, se encuentran los solitarios o apartados, quienes muchas veces son diagnosticados o definidos con síndrome de Aspergers. El síndrome de Asperger, trastorno ligado al espectro autista, encierra a quien lo padece en su propio universo, aislándolo del resto de la humanidad. Pero es curioso, que hay quienes no pertenecen a esta categorización autista, sino, más bien, divulgadora, pero, aun así, viven encerrados en su propio universo, un universo en donde las cosas no encajan, pero desesperan, duelen, e incomodan. Pues estamos acostumbrados a que las cosas encajen, a que la vida encaje, a que las formas incluso que nosotros hemos creado, encajen.El desencaje nos desespera, el desencaje de hacer algo sin sentido nos hace sentir inútiles, vagos, no productivos. Pues, estamos acostumbrados a vivir atravesados por una lógica de utilitarismo, todo lo que hace tiene que servir para algo, o para alguien, ya sea el prójimo, la pareja, Dios, el gobierno, la ética, o uno mismo. Sin embargo, cuando nos encontramos haciendo algo para nadie, que no tiene sentido, que no encaja, que no está al servicio de ninguna entidad, pareciese que nos sintiéramos libres, pero incluso allí, aparecen aquellos fantasmas preguntándonos ¿cuál es el propósito? ¡temblamos! El despropósito es el sin sentido, el despropósito es el desencaje, podría ser, que el despropósito sea nuestro mayor infierno. Quizá y necesitamos que nos salven, porque la salvación también tiene sentido.


A fin de cuentas, todos buscamos la misma cosa: la salvación. Salvarnos del sin sentido de saber que la salvación no existe, pero ¿quién o que podría salvarnos? ¿Puede lo humano salvar lo humano? ¿O todo lo que toca, lo destruye? La salvación no es un negocio, no podemos pretender entrar al cielo con una moneda falsa, pero ¿no habla toda moneda de la falsedad? Si todo encaja, nada nos espera, si hay estrategia, no hay salvación. Al cielo no se entra, el cielo te recibe. Si la salvación tiene que ver con el mercado, entonces, no es para todos. ¿tiene sentido la salvación de algunos, si el costo es el infierno de los otros?


Sin embargo, el vértigo, la necesidad de estabilidad de algo de encaje, nos hizo inventar ciudades, y después casas y después puertas, y después candados, y después nos encerramos con nuestras pertenencias, pero nada nos pertenece, ¡nada ni nadie! ni siquiera la vida. Toda la vida quizá no sea más que un otoño, o a la inversa, solo el otoño quizá está vivo. Si nacer no es otra cosa que empezar a morir, no hay otro rumbo que la decadencia, ¡la otoñal decadencia! Todos somos extranjeros, viajeros, extraños, monstros, otros. ¡¡¡Nunca encajamos!!! ¿Cómo encajar si todo el sentido se despliega en que nacemos para morir? Tal vez el problema esté en el ENCAJE, en creer que la búsqueda del sentido, tiene sentido… 





 
 
 

Comments


bottom of page