top of page
Buscar

No temas a equivocarte, teme a no avanzar

Actualizado: 27 jun 2019


No temas a equivocarte, teme a no avanzar.


Nunca escribo cuestiones motivacionales. Si hay algo en lo que soy pésimo, es en eso. Ni siquiera me las creo. Quizá porque en el fondo me doy cuenta de que pocas veces la inspiración penetra desde fuera. La fuerza de las personas altamente motivadas inicia más bien desde dentro. Es algo interior. Pero ¿Cómo nace esa fuerza? ¿O cómo nace la interioridad? Yo no tengo idea. Tengo hipótesis; todas abstractas, ambiguas, difusas, ninguna comprobable. Ninguna explicación. ¿Pero, por qué necesitamos una explicación? o lo que es peor, ¿Por qué necesitamos estar motivados? ¿Necesitamos? ¿Por qué necesitamos? Todo siempre se reduce a la necesidad; o en ultima instancia, a la carencia. Nos mueve la falta. Nos moviliza ¿Pero hacia dónde? Hacia el ser.


Pocas personas estamos donde “debemos” estar. Pero ese “deber” no esconde debajo de sí, en ninguna expresión, una política instrumental, como el “deber cívico” de estar [no estando], por ejemplo, en el colegio o en el trabajo. Tampoco responde ese “deber” a una moral condicionante como una obligación políticamente correcta; o a una ética cultural. Quiza esconda una necesidad, pero no una cualquiera, sino una existencial, porque en definitiva, este deber es más bien “ontológico”. Para los que no están relacionados con la filosofía, pueden pensar lo ontológico como el núcleo mas originario de un algo. Lo más sustancial. Lo que no se ve. Lo subyacente, ósea, lo que yace por debajo de la superficie, lo que no-[es]superficial; lo esencial, lo primario; no lo intrínseco ni lo inherente ni lo constitutivo; no un complemento; no una añadidura más de un algo sino el algo en sí mismo pero en su profundidad máxima, pero también en su deformación, deconstrucción; o en su observación ultima; o primera, que es lo mismo. Los griegos la hacían más corta que yo para definir lo ontológico, ellos lo llamaban “el ser”.


El estar donde “debemos” estar, presupone entonces, un deber ontológico en donde nuestro ser tiene de alguna manera una necesidad. Raro. Pero real.


Carl Rogers, uno de los psicólogos estadounidenses más importantes en la historia de la psicología, nos regalo dos conceptos importantísimos: (1) la congruencia y (2) la incongruencia. Para Rogers existen dos tipos de personas: (1) aquellas que tienen un verdadero self y (2) aquellas que tienen un self ideal; o sea, aquellas que saben lo que “son” y aquellas que saben lo que “deberían ser”. Si Rogers me leyera, en definitiva me mataría por explicar su teoría con manzanitas, pero aquí vamos. El grado de congruencia es el grado de equilibrio que impera entre la experiencia, la comunicación y la conciencia. Un ejemplo de manzanitas: “Tengo hambre, entonces iré a comer”. Por otro lado, la incongruencia ocurre cuando hay diferencias entre la conciencia, la experiencia y la comunicación. Ejemplo de manzanitas: “No encuentro trabajo, pero hay empresas en las que si me contratarían, pero no me merecen, yo aspiro a más…” bueeeeeno, un amigo me dijo que ese ejemplo estaba raro (pero como intento ser congruente, lo puse igual) aunque daré otro (¿eso fue congruente o incongruente?: La manzanita primera (1): “Tengo hambre, pero no comeré… [inserte aquí el “porque” que a usted le cause más risa…] yo escogeré uno medio neurótico: “porque no quiero”. Veamos como queda: “Tengo hambre, pero no comeré, porque no quiero”. Traduzca esta lógica ahora, a las afirmaciones que hacen sus amigos cotidianamente (porque ahora tienen un nuevo concepto despectivo para etiquetarlos: “incongruentes”: utilícenlo; suena bacán como para una pelea…) les aseguro que se reirán harto… (jajaja) esa es mi risa…


Bueno. Pongámonos serios. Haga cuenta que desde ahora, esta sonando progresivamente, cada vez más, una musiquita triste… como esas que ponen en las iglesia para que la gente llore, y entonces, lea…



sección sad nivel I:



Las personas tienen tres capacidades relevantes: (1) experimentar (2) tomar consciencia y (3) hablar. La última falla a menudo, sobre todo si antes de su erratidad (no sé si existe esa palabra) las demás también fracasan. ¿Fracaso? Sí, fracaso. Frustración. Derrota. Desilusión. Decepción. Equivocación. Error. Error. Error. ¿Te suenan? ¿Ya pero que tiene que ver? ¿Recuerdas la primera frase que escribí arriba? Si no te acuerdas, anda arriba y léela. No broma, aquí esta: “No temas a equivocarte, teme a no avanzar…” ¿Suena bonita no? Parece una frase como de predicador motivacional. Pero les advertí, soy pésimo en motivar. Quizá por eso decidí por psicología, porque los psicólogos no damos consejos… ni motivamos a nadie… (apuesto a que creías que nos dedicábamos a eso [jajaja… esa es mi risa…] dejémoslo para otro post). Volvamos aquí: “No temas a equivocarte, teme a no avanzar…” No es una frase con intención motivacional. Es una frase con intención reparativa. Porque en una lectura, la motivación en el fondo es eso: una potencial reparación. Estoy seguro que eres de aquellas personas que más de alguna vez por cualquiera sea la razón, ha estado en el polo de la incongruencia; ese polo en el que te “equivocas”, fallas en la tercera capacidad de las que enumeramos después de la experiencia y la consciencia: el lenguaje; y entonces dices “tengo hambre, pero no quiero comer”, “me gusta el arte, pero mejor estudio derecho”,“me gusta la psicología, pero estudio trabajo social”, “me encanta bailar, pero nunca lo hago”, “tengo rabia contra tal…” pero le sonríes. Si quieres toma un tiempo… unos 30 segundos… analiza tus últimos discursos, conversaciones o afirmaciones incongruentes y entonces sigue la lectura…



5 segundos…



10 segundos…



24 segundos…



27 segundos…



30.


(rara secuencia).



Sección sad nivel II: musiquita dark mode on…



No temas a fallar. Ya sabemos que fallaste, ambos sabemos ¿Cómo lo sé? Soy igual que tú. Fallaste en tu discurso, te mentiste, es lo más económico para la consciencia. Nos gusta la economía. Pero no es el todo. Aun existen otras capacidades: La experiencia y la consciencia. Fallaste en el lenguaje, ¿pero te diste cuenta de que fallaste? Si te diste cuenta de que fallaste, entonces no fallaste completamente, porque no fallaste ni en la consciencia ni en la experiencia, y porque también son estas las que únicamente te permiten discernir la falla, descubrirla, saberla. No temas a fallar en el lenguaje, teme a no avanzar en tu experiencia consciente de no darte cuenta de que estas fallando. Esto es la motivación. Y es lo único que te sacara de la incongruencia y te pondrá en el lugar en donde ontológicamente “debes” estar. Ningún académico en el mundo se ha puesto de acuerdo en como definirla [a la motivación…]. Pero pongámonos esotéricos y acordemos aquí, que es “una fuerza”. Una fuerza que te moviliza, ¿A dónde? A la reparación. ¿Cuál? La del lenguaje. Y si reparamos el lenguaje, también reparamos entonces lo demas. A través de nuestra experiencia consciente podemos leer al cuerpo, las emociones, los pensamientos, y algo muy importante: nuestras actitudes o comportamientos habituales, en definitiva nuestra experiencia existencial. No temas a fallar en las incongruencias de tus lenguajes que se vuelven paradojas concretas en diferentes episodios de tu vida. Teme cuando no estés avanzando en tu experiencia consciente y no te des cuenta de que estas fallando en algo, creyendo en suma, que todo esta perfecto entre lo que dices y haces, sin notar si quiera un punto ciego. Pero tampoco te desesperes, a fin de cuentas, si no eres capaz de avanzar, ósea, de darte cuenta de que estas errando, tampoco te darás cuenta de que te estas dando cuenta de que no te das cuenta… ¿Se entiende? Y entonces, Fabian, ¿para qué pensar? ¿Para que calentarme la cabeza en buscar orificios ciegos que me angustiaran, provocaran ansiedad y para variar, trabajo reparativo? Para ser.


No temas a equivocarte, teme a no avanzar.



Por: Fabian J. Castañeda Vidal

 
 
 

Comments


bottom of page