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LA BIBLIA, UN ERROR EPISTEMÓLOGICO


Sobre la biblia, su interpretación, análisis, fiabilidad y construcción, se ha escrito en demasía, yo mismo lo he hecho en periodos psicológicos de mi vida, en donde he llegado a creer que esto es útil para él mundo; claramente no es que no lo sea en algún sentido particular, pero veamos, ¿no llegaste hasta acá pensando en que yo escribiría algo así ¿no? Supongo que hay mejores lugares en donde buscar este tipo de lecturas. Así que hagamos aquí una aclaración importante antes de comenzar: esto no es un libro, sino una opinión.


No soy un lector de la biblia, como aquellos lectores que se consideran a sí mismos estudiosos e invierten su tiempo en examinar, descubrir y teorizar exhaustivamente el texto bíblico. En algún tiempo lo fui, o intenté serlo. He realizado al menos 4 o 5 lecturas completas, cronológicas y disciplinadas del libro más todas esas lecturas —digámoslo así— esporádicas que uno hace en la iglesia, la casa, micro, y uno que otro curso teológico, aunque sin terminar. Es relevante haber hecho esta aseveración aquí antes de compartir mi opinión, básicamente porque cuando una perspectiva bíblica sale de la normativa, algunas de las críticas más convencionales van a aplicar a que los críticos disparan su perspectiva como un fruto de ignorancia, carencia de conocimiento teológico o simplemente un vomito de su condición neófita. Sin embargo, a pesar de no ser un activo estudioso del texto bíblico, éste se ha vuelto en mi vida una fuente de inagotable significado, orientación de vida, inspiración y experiencia intuitiva, por lo tanto, algo del texto también está en mí.


La biblia es un libro que fue escrito por diferentes personas, contextos, tiempos e intereses. Cuando decimos que fue inspirada por Dios, lo decimos con las mismas fuerzas creativas que distribuimos para afirmar de ella cualidades pertenecientes a un manual de construcción, un reglamento jurídico o en un sentido más extremo; con la misma energía que ocupamos para encontrar en ella la confirmación de nuestra propia voz, o digámosle así “la voz de Dios” en contacto con nuestra voz o algo parecido. Así es como alcanzamos rápidamente un punto de inflexión.


Es indiscutible el hecho de que la biblia fue inspirada en Dios, eso está muy claro. El problema comienza cuando el texto comienza a omnipotenciarse de características infalibles que subyacen en la idea de una inspiración proveniente “de Dios” en vez de “en Dios”, factor de alteridad temporal que cambia el producto de tooooooda una disputa religiosa.


Cuestionemos un poco esta realidad.


Todos hablan de la inspiración, pero nadie menciona algo respecto de su naturaleza. Omitimos la gran obsesión que tiene el ser humano de dominar las perspectivas y reglamentar, y dejamos a la deriva una plastilina sin forma, que cualquiera puede morfologizar. Algunos afirman que la idea de la inspiración significa que ésta se extiende a cada una de las palabras (Inspiración verbal), no sólo a los conceptos o ideas; y que la inspiración se extiende a todas las partes de la escritura y a todos los temas tratados en ella (inspiración plenaria). Hay algunas personas que creen que sólo partes de la Biblia son inspiradas, que sólo los pensamientos o conceptos que tratan sobre religión son inspirados. Sin embargo, en cualquiera de estos dos puntos, la respuesta acerca de la naturaleza filosófica del presupuesto teórico de inspiración aún ni siquiera se ha tocado. La idea de que un texto sea inspirado en el presupuesto teórico teológico se vuelve casi una dogmatica-cientifica-politica; digo esto porque desde el paradigma filosófico-teológico de la inspiración, quienes se identifican en algún sentido con la biblia, Dios o el cristianismo, se sesgan de tal manera, que llegan a limites por fuera de lo racional, intentando pegar y juntar, muchas veces, peras con manzanas una y otra vez; la biblia tiene errores, pero no solo errores de traducción (eso ya todos lo sabemos). La biblia tiene errores en los sistemas de pensamientos, en sus afirmaciones e ideas. Hace XXI siglos no eran errores, eran reacciones socio-culturales y político-económicas a las demandas del mundo contemporáneo, pero la extrapolación de un texto bíblico inspirado en la época de la pera, a la época actual si es un error. Los “errores” se desprenden en pos de categorías de esclavos, mujeres denigradas, machismo, parentalidad, justicia social, sexualidad, emocionalidad, vida social, etc. No obstante, son miles los hermeneutas omnipotencializados, o como diría Pavlov, “condicionados” por el sesgo religioso basado en la naturaleza entorpecida de lo inspirativo, quienes una y otra, y otra vez, justifican de decenas y cientos de formas los errores bíblicos. ¿Será que nos falta una gota de honestidad? ¿o quizá de valentía? ya que, en todo caso, el miedo es innegable.


¿Cuáles son las implicatorias? No sabemos vivir la vida.


Nos cuesta escribir nuestra historia cuando se nos superpone una escritura anacrónica; una escritura arcaica, en algunas situaciones violenta, difusa, y en ocasiones una escritura que borra nuestro contenido y subyaga nuestro relato marcando uno dominante, muchas veces falso; silenciando la voz de la única identidad real: la que se construye desde el sí mismo.


Aclaremos un punto. Hemos dicho aquí que la biblia tiene errores reales, y quizá te he convencido hasta llegar a este punto. Pero digamos ahora algo contradictorio:


El error no está en la biblia, está en el lector.


Porque despues de todo ¿Qué es una lectura? O mejor dicho ¿Qué es un texto?


El filosofo francés, Jacques Derrida, decía que no hay nada por fuera del texto. Su determinismo era absoluto: todo lo que somos es texto. Sabemos que no es así, ¿pero no es acaso lo que hacemos un texto? Cuando pensamos hay texto, cuando imaginamos hay texto, hablamos y hay texto, amamos y hay texto, sentimos y hay texto. Texto, texto, texto…


Cuando leemos, no solo lo hacemos a través del texto que está en el libro, también lo hacemos desde el texto que está en la mente. Dos textos conflictúan, uno se superpone al otro, leemos lo que queremos textualizar, imponemos el texto, escribimos sobre el texto, lo deformamos, lo manipulamos, y en ultima instancia, extirpamos al texto verdadero, como si fuera un cáncer. ¿Puede el texto bíblico ser un cáncer? Quizá el texto bíblico sea como un cáncer peligroso, porque siempre amenaza con destruir nuestros textos previos, aquellos que tenemos en la cabeza, que provienen de la distorsión moral que nos ensimisma, y la carencia del juicio de realidad… quizá morir a nosotros mismos, y vivir para Cristo, sea también morir a nuestros textos, y vivir para leer la verdadera voz del Señor, la que hemos olvidado, la que subyagamos y nos confundimos; y confundimos y subyagamos a otros.


Quizá los errores de los que hemos mencionado ni siquiera existan, y solo existan en cuanto los representamos creyendo que todavía necesitamos vivir con esclavos; en una sociedad machista; con una sexualidad mitologizada; una vida social monástica y una emocionalidad orientada al sufrimiento.


Fabian J. Castañeda Vidal.

 
 
 

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