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HISTORIA PARA EL ALMA

El deseo de su corazón no era imposible, pero sí incierto: quería soñarse así mismo en el sueño de otros soñadores. Érase un mínimo de mundo visible y un máximo de posibles universos. Iba olvidando el nombre de todos los hombres y todas las cosas; olvidaba para dar a luz a las reminiscencias de la imaginación. Olvidaba para crear y poder mirar diferente. Mientras todos buscaban en la identificación su mayor placer, se apresuró él en desidentificarse de todas las historias que lo narraban. No quería ya recordar lo bueno que habían dicho sobre él. No quería vincularse con las herramientas discursivas. Pasaba largas horas sentado al piano, pero no había vuelto a tocar. Padecía las noches imaginando que conversaba con las palabras mientras fabricaba el asombro en el reflejo de su observación. Aprendió a mirar como miran los fantasmas cuando nadie sabe que nos están mirando. Una noche observó incontables estrellas, pero nunca habló de ellas. Llevaba una historia en su alma de esas que se disuelven al contar.


El amor a la vida lo llevó a vivir en el palacio de sus pensamientos. Era un castillo de marfil hecho con muchos universos. Vivían ahí dentro muchos personajes, pero ninguno tan adentro como para vivir entre las estrellas. Una noche en ausencia del sol, escuchó tocar la puerta de su habitación. Abrió y entró un desconocido. Era un ser alto con rasgos irreconocibles. Vestía sin colores triviales y traía un libro viejo en la mano. Enseguida supo que el libro era para él. La revelación le duró aguda hasta que lo abrió desconcertado. Sus novecientas cincuenta paginas estaban en blanco sin letras que le habitasen. La excepción se dio a luz en la primera página del enigma: yacía allí el nombre del autor que extrañamente era el suyo. Pensó de inmediato en la posibilidad de haberlo escrito en un pasado eterno. Pero también pensó en que pudo haber estado padeciendo el sueño o la confusión al haber olvidado tantas cosas. Abastecido de confianza suspendió el ciclo de las preguntas, saco el piano del palacio y lo puso bajo las estrellas. Toco el primer acorde, y al oír la belleza infinita se dio cuenta que estaba frente a la intemporalidad: otra historia para el alma de esas que se disuelven al contar. Otra historia en el alma de esas que se cuentan con otras historias.


Por: Fabian J. Castañeda Vidal

 
 
 

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