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¿ESTOY FELIZ?

¡Estoy feliz! Creo que pocas veces en mi vida lo he dicho así, no porque sean pocas mis experiencias felices, sino porque es justamente eso lo que hace de esta emoción una experiencia distinguida: el hecho de no adscribirse a una experiencia concreta; no sé exactamente si es algo o alguien en específico, o quizá, no quiero saberlo. Pienso que circunscribir la felicidad a una causa en concreto es como decirle a la pareja te amo por “esto y esto” ¿se pierde la magia, no? es como instrumentalizar al self, —como nos gusta llamar en psicología—. Al fin y al cabo, uno siempre reconstruye la causalidad y nunca queda exacta, porque algo de esa magia no nos abandona jamás, como la huella de un padre en la memoria, o en el cuerpo mismo. Definir la felicidad es otro reduccionismo cultural al que estamos constantemente acostumbrados: ¿de que sirven las palabras, cuando el cuerpo se sirve de un par de neurotransmisores?, de ahí lo que el proceso psicológico que crea significados haga, en verdad da igual; me gusta cuando las personas hablan de sus vidas de maneras singularizadas, emancipándose de cómo se tendría que narrar una historia como la suya. Es que, en definitiva, no existen historias como las nuestras, por eso describir un estado emocional es tan complejo; la única forma de comunicar algo así es contagiándose en el cuerpo, la idea y el afecto, muchas veces en silencio; lo sabe mejor un mejor amigo que un psicólogo, porque después de todo uno tampoco entiende bien lo que esta experimentando, sin embargo podría morir asegurando que algo trascendente le esta ocurriendo, liberando, transformando.


PD: Hace tiempo no publicaba; hace tiempo no estaba tan feliz.


Por: Fabian J. Castañeda Vidal

 
 
 

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