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DISCAPACIDAD: UN PROBLEMA FILOSÓFICO



En cuanto a una definición consensuada del término discapacidad, cabe insoslayablemente una precisión filosófica fundamental, esto es, el hecho de que la ley chilena no tiene una definición exacta de discapacidad, sino que injerta esta en la inmanencia propia del humano, esto es, en su naturaleza ontológica como un ser potencialmente discapacitado, presuponiendo una característica internalizante no resultante de una exterioridad contextual macrosocial, sino de una inherente al "ser" humano. De esta forma, el irrespetuoso naturalismo ontológico de la ley se transluce aquí de la siguiente manera:


“Persona con discapacidad es aquella que teniendo una o más deficiencias físicas, mentales, sea por causa psíquica o intelectual, o sensoriales, de carácter temporal o permanente, al interactuar con diversas barreras presentes en el entorno, ve impedida o restringida su participación plena y efectiva en la sociedad, en igualdad de condiciones con las demás”.


Cabe destacar, que criticar este tipo de definiciones no es solamente una cuestión que se delimita a cuestiones filosóficas en cuanto se entiende filosofía no como un manifiesto para la acción sino como una actividad académica condenada a su esencia teórica, empero, los efectos de la crítica implotan en la praxis cotidiana, en primer lugar porque nadie sufre ontológicamente de discapacidad, esto dado que la discapacidad no es un atributo ni una condición de los seres humanos, sino más bien el resultado de una interacción sociopolítica susceptible de modificación. En segundo lugar, cuando hablamos de “discapacitados” estamos hablando de sujetos con derechos y garantes jurídicos con capacidad para ejercerlos; de ahí que la tarea social no puede reducirse meramente al campo de un modelo asistencial rehabilitador, sino que, desde políticas públicas, se debe trascender a adoptar un enfoque basado en derechos en cuanto se reconozca que al interior de las relaciones de poder existentes operan mecanismos macrosociales que suscitan que dichas personas estén siendo condenadas a la exclusión y marginizacion de nuestro entorno social, hecho que sin lugar a dudas, no es sino el resultado de procesos históricos, económicos y culturales recursivos y transversales a cualquier tipo de vulnerabilidad circundante, ya sea en la mal llamada discapacidad física, mental o emocional. Siguiendo esta línea, existe una definición sustituta, tentativa, sugerente, valida en cuanto propuesta, que es al mismo tiempo una emancipación de resistencia contra estas relaciones de poder; sustituimos tentativamente "persona discapacitada" por “persona en situación de discapacidad”, concepto usado actualmente por el Ministerio de Salud y grupos académicos que han generado importantes debates al interior del SENADIS, de este modo se reivindica la discapacidad, como ante todo, un constructo social opuesto a un atributo inherente al humano, definición que por supuesto, estratégicamente deja la responsabilidad del trabajo político en la mesa, resignificando al mismo tiempo el valor y vida de las personas, que tampoco son víctimas, sino valiosas y valiosos resistentes de esta gran ambición colonial.


Por: Fabian J. Castañeda Vidal

 
 
 

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