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CUADERNO DE CLASES [1]: LENGUAJES CONTAMINADOS


"Cuaderno de clases" es un apartado que pretende poner en palabras pensamientos, ideas o reflexiones efímeras que pudiesen resultar no de una relación directa con la fidelidad del contenido en clases, sino mas bien, como una salida bilateral que resulta del propio placer por decir.

Clase filosofía: Wittgenstein.

Universidad Católica de Chile.

10/10/2019.

Lenguajes contaminados.


La disolución de político, la descentralización del poder y el estallido de lo social, son algunas características que podríamos ubicar en lo post-moderno. Hubo un tiempo en donde se pensaba que había una sola forma de hacer política; una univoca manera de legislar o una sola organización social posible; hubo un tiempo dice Nietzsche, donde fuimos camellos: llevábamos sobre sí las cargas del poder. Luego nos revelamos, fuimos entonces león yendo contra toda estructura determinante. Pero finalmente, fuimos niños; niños que perdonan, que juegan, que viven. Los niños no entienden la univocidad. Son anárquicos por naturaleza. No les interesa en absoluto un orden determinado, lo que les interesa a ellos es ante todo disfrutar. Se ensucian con barro sin mirar la desgracia, observando el enriquecimiento del lodo vertido sobre sus cuerpos naturales. La contaminación no incomoda al niño, sobretodo porque contaminarse es un modo de sentirse invadido, y por tanto una manera de relacionarnos con lo propio y lo impropio en términos mercantilistas, algo por cierto inexistente en el imperio infantil.


Contaminar nuestro lenguaje es contaminar lo propio. Lo propio que deja de ser para convertirse en pura y sana posibilidad. A veces, posibilidad de morir. Otras, posibilidad de transformación. La posibilidad siempre está entre ese ser y nada. No se sabe nunca que podría llegar a ser algo que podría llegar a ser. La posibilidad es potencia e impotencia simultánea, y es posible que este sea el núcleo tensional más conflictivo de toda la ansiedad contemporánea: el de un péndulo infinito que oscila entré la banalidad del ser como una búsqueda obsesiva, o la de la banalidad antagónica de hallar en la nada la inoculación de la obsesividad como una fantasía de vivir emancipado de los lenguajes predominantes.


Se puede observar entonces la contaminación del lenguaje como un entre. Ní lo uno, ni lo otro. La contaminación del lenguaje se circunscribe así no a algo especifico, sino a la inespecificidad misma. No a la desambiguación, pero tampoco a la polisemia deslumbradora, sino más bien a un estado psíquico: el de susceptibilidad permanente. La muerte de la rigidez. La bienvenida al cambio, que no es específicamente un cambio evolutivo, o un cambio hacia lo novedoso, sino un cambio que propone un quiebre con la esteticidad, pero no con finalidad políticas, sino con finalidades humanas: como el simple niño que cambia su cuchara de comer por un avión que luego se transforma en varita mágica. Como un simple elefante que luego de perder a su madre reconstruye nuevos horizontes. Como un simple. Que sabe que no tiene la verdad, ni la razón, ni la moral, sino la vida; la propia. Pero que nunca es en absoluto la suya, ni la de nadie.


Fabian J. Castañeda Vidal.

 
 
 

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