Aristóteles: Una reflexión inclasificable
- fabianjesusvidal
- 18 jun 2019
- 2 Min. de lectura

¿Por qué no podemos conocer a Dios? Por la misma razón que no podemos alcanzar la felicidad absoluta, la perfección o las metas de autorrealización ultimas. Nadie alcanza en definitiva, ninguna de estas totalidades. Si tan solo llegásemos ahí ¿Que sería de la vida? ¿Qué habría del mañana? Aristóteles decía en su libro "La Metafísica" que la sustancia del humano está en su "ser en el acto" y "ser potencialmente", ósea que en última instancia somos acto y potencia. Acto y potencia porque somos también posibilidad; posibilidad de que actuemos potencialmente hacia un algo, como por ejemplo, ser padres. Podemos actualizar la actuación potencial de poder llegar a ser padres, y ser verdaderamente padres, convertirnos en padres. Pero podemos también, ser posiblemente no-padres, porque la posibilidad de la sustancia supone también la imposibilidad del ser. ¿Por qué no podemos alcanzar las causas ultimas? Porque en definitiva, la sustancia de nuestro ser nos imposibilita. Nos imposibilita porque de no ser así, no nos posibilitaría la vida. No "seriamos" si no fuera porque "no somos", pero no somos porque al mismo tiempo estamos siendo. La vida humana devela entonces, una contradicción. Una contradicción que se presenta cotidianamente como una paradoja o un péndulo infinito que oscila todo el tiempo entre la posibilidad y la imposibilidad, el conocimiento y el desconocimiento, la perfección y la imperfección, el ser y la nada. La vida es finalmente una ambigüedad, una paradoja y una ambivalencia. Pero nos resistimos a su veracidad. Quizá porque resistirnos sea también necesario, pues, no sería útil no sobreponer resistencia a una verdad tan cruda; en su contrario no soportaría el humano tal nivel de consciencia y, moriría pues, en la desgana y la angustia de que el mundo es imposibilidad. Somos imposibilidad pero también somos posibilidad pura. Somos aleatoriamente porque siempre estamos siendo, porque siempre hay péndulo…péndulo infinito. Y en ese ser, necesitamos vivir resistidamente en momentos de lucidez y emborrachamientos, de manera que, no seamos absorbidos por las olas del mar, sino tan solo vivamos para intentar nadar entre ellas, creyendo que a veces son de una, u otra, u otra manera, forma o característica… creyendo, ante todo [interpretando], que la utopía es la verdad, y también la metáfora de lo vivo, o en su defecto, de lo existente. En todo caso Dios es sabio, el envía gotas de lluvia a todos los que buscan esa actualización; gotas que son como salpicaduras de revelación entre la sombra y la realidad; y es que, la sombra y la realidad, son en conjunto la realidad misma de nuestra posibilidad. De manera que la imaginación no es lo falso, y la ilusión no es lo utópico, sino lo sobreviviente, lo engendrado por el amor a la vida y la aceptación de la propia existencia, por eso es qué la vida puede ser, también, siempre un mito... que se narra, se actualiza y se resiste.
Por: Fabian J. Castañeda Vidal
Comments