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Anna Freud & Melanie Klein: Controversias Teóricas Entorno a lo Infantil



Introducción


Este trabajo academico se enfoca en realizar una revisión comparativa sobre el psicoanálisis infantil y dos principales teóricas antagónicas, pero que comparten la investigación, el trabajo y orientación hacia los niños: Por un lado, la psicoanalista austriaca Melanie Klein, creadora del funcionamiento psíquico y la teoría de las relaciones objétales, quien funda, también, más tarde, la escuela inglesa de Psicoanálisis; y por otro lado, la hija del renombrado padre del psicoanálisis clásico, Anna Freud, de origen judío, quien conforma más tarde un grupo en Viena.


Tras la muerte de Sigmund Freud en Londres, el 23 de septiembre de 1939, Anna se dispuso a continuar su trabajo psicoanalítico, aunque la Segunda Guerra mundial vino a complicar las cosas. Por entonces, los kleinianos eran dueños de la Asociación Psicoanalítica Británica y vivieron mal la presencia de Anna, pues pensaban que podía alterar la autonomía alcanzada respecto a los psicoanalistas centroeuropeos. Estos enfrentamientos abocarían en las llamadas Grandes Controversias que se extendieron desde 1941 a 1945, que llevaron a confrontaciones muy intensas entre los annafreudianos y los kleinianos (Reyes, 2002), de manera que las discrepancias a abordar en este trabajo académico tienen su origen durante las décadas '20, '30 y '40. Es importante recalcar que la finalización de este conflicto antagónico no tiene específicamente un ganador, a pesar de que Klein pudo levantar la bandera más alto, sin embargo, lo que sucedió en última instancia, fue que la Asociación Psicoanalítica abrió la brecha apostando por la diversidad y dando como consecuencia origen, respeto y valor a dos paradigmas igualmente validos: los kleinianos y los anafreudianos.


En este texto, por lo tanto, se encontrará un desarrollo de las teorías de Melanie Klein y Anna Freud, en lo que respecta al proceso analítico infantil, una comparación de sus principales ejes de confrontación en lo que respecta al proceso analítico, y una equiparación de un ejemplo o caso clínico creado por mí, para que puedan apreciarse mejor sus diferencias en la teoría, técnica y práctica. De esa manera, el desarrollo de este ensayo ha de enfocarse en tres puntos principales: El primero, en el estudio del yo y las fantasías; El segundo: En las líneas de desarrollo annafreudiana y la teoría de las posiciones respecto de Klein, y como éstas, también, impactan en un tercer punto: La comprensión psicopatológica. Para este tercer apartado, se ha elaborado un caso clínico, mencionado recientemente, para utilizar de ejemplo en cuanto lo psicopatológico en ambas psicoanalistas; y en última instancia, la estructura de este ensayo finalizará con una reflexión personal inclinada hacia una de las dos terapeutas remarcando algunas consideraciones respecto de una acentuación subjetiva de sus máximas.

Desarrollo de las controversias

1. Estudio del yo y las fantasías


Anna Freud (1980) comienza su obra “El yo y los mecanismos de defensa con un párrafo impetuoso respecto de lo que vendrá a ser el ulterior desarrollo de su pensamiento:


Durante cierta época del desarrollo de la ciencia psicoanalítica, el estudio teórico del yo individual resultaba francamente impopular. Muchos analistas habían llegado al convencimiento de que la labor analítica sería tanto mejor, científica y terapéuticamente, cuanto más profunda fuese la investigación de los estratos de la vida anímica (p.13).


La expresión de tales palabras da cuenta rápidamente de su disgusto y critica frente al lugar en donde el psicoanálisis estaba acentuando —en cierta época— una mayor importancia, mientras que, a su vez, desestimaba la adaptación al mundo exterior; claramente Anna estaba mucho más preocupada de la dinámica mental que de su estructura. En estas primeras líneas de su libro, Anna realiza un recorrido por la terapéutica analítica del psicoanálisis, manifestando en como ésta se ha centrado “popularmente” en el estudio del ello, para llegar así a los contenidos inconscientes y poder comprender de mejor manera el funcionamiento del aparato psíquico. Sin embargo, la autora propone que el estudio del yo, es también un elemento importante en el psicoanálisis, y que los conceptos de salud, enfermedad o vicio, no se pueden observar únicamente desde los impulsos reprimidos, las fantasías y los afectos, sino también desde la estructura yoica que permanece por encima de la superficie.


Siguiendo esta misma línea, la autora sostiene que uno de los sentidos de investigar el ello, es que esa investigación sirva para restablecer la integridad del yo, ya que las formas de observar al ello, solamente son accesible desde sus derivados; si por ejemplo en el ello hay calma y satisfacción, se evidenciará en un yo que no estará invadido con demandas de gratificación frente a las cuales necesite defenderse. De esta manera, Anna Freud, deja en claro la importancia del yo en la terapéutica analítica.


Enfocarse en el estudio del yo o bien en el estudio de los aspectos “más profundos” (impulsos instintivos reprimidos, afectos y fantasías inconscientes), es un debate que suscita enormes implicancias técnicas y teóricas a la hora de poner en marcha el trabajo terapéutico.


Las críticas que Anna realiza en función de la técnica analítica pareciesen orientarse en todo momento hacia un equilibrio entre el Yo y el Ello; digo esto porque Anna considera que tanto las técnicas del estudio del yo como las de los aspectos “más profundos” se agotan en sí mismas, dándonos una comprensión unilateral del aparato psíquico (Freud,1980) que deja afuera su opuesto; En palabras de la autora, se deja leer de la siguiente manera:


Una técnica que llevara demasiado lejos en la otra dirección, instalando en el primer plano el análisis de las resistencias exclusivamente, adolecería en sus resultados de tantas lagunas como la opuesta. Semejante método nos reportaría un cuadro acabado de la estructura del yo del analizado, pero nos veríamos forzados a renunciar a un profundo y total análisis del ello (Freud, 1980).

De esta manera, las técnicas de asociación libre, de los contenidos latentes del sueño y la traducción de sus símbolos, junto a los contenidos de la transferencia, fantaseada o actuante, son para Anna, plausibles metodologías de trabajo clínico, dejando en claro no tener conflicto con estás, sino que el conflicto central, se ubica más bien en una orientación política, digámoslo así “exagerada” de la elección entre uno y otro; Anna critica, por ejemplo, las técnicas que se nutren de sí mismas, evocadas al estudio de las profundidades psíquicas, que dejan fuera el estudio de las resistencias, el trabajo de la censura onírica, y de los diversos tipos transferenciales de defensa relacionados con las fantasías y los impulsos instintivos, pero también hace su crítica en un contrario, abandonando el aspecto inconsciente; de ahí la observación en cuanto a la persistencia de una teoría homeostática, más allá de sus resultados. En un momento dado, la crítica de Anna se extrapolará a un fuerte debate teórico y metodológico que implica un momento importante en Julio de 1925, donde la aficionada psicoanalista austriaca, Melanie Klein, dicta seis conferencias en Londres, de las cuales Anna Freud va a oponerse ferozmente en marzo de 1927, hablando de una técnica de análisis infantil, en clara oposición a la propuesta por Klein, debido a que rozan en los aspectos teóricos. Más tarde, en el desarrollo de esta controversia, se crean dos grupos antagónicos: el vienés y el británico; el primero compromete a quienes continuaron la línea annafreudiana, y el segundo con Klein. Estos dos grupos, explica por qué más tarde, en 1935 Anna se refiere en su libro “El yo y los mecanismos de defensa” a que un grupo de analistas “habían llegado al convencimiento de que la labor analítica sería tanto mejor (…) [en] cuanto más profunda fuese la investigación de los estratos de la vida anímica” (p. 13).


Melanie Klein considera que crear fantasías es una función del yo (Klein, 1927), mientras que, para Anna, las fantasías suceden a nivel del ello. La concepción kleiniana de la fantasía como expresión mental de los instintos por mediación del yo supone mayor grado de organización yoica del que postulaba Freud (Cueii, 2008). Hace pensar que, desde el nacimiento, el yo es capaz de establecerse y de hecho los instintos y la ansiedad lo impulsan a relaciones objétales primitivas en la fantasía y en la realidad. Este desacuerdo teórico marca las pautas de las criticas posteriores que ambas van a realizarse en el Simposio de 1927, las cuales se expresan en muchos puntos, pero me he querido delimitar aquí, a considerar solo algunos, entre los más relevantes desde mi observación:

  • Anna Freud propone un periodo de preparación para educar al niño en un futuro paciente. El intento es establecer confianza, "convertir en interior la decisión exterior de analizarse". Emplea tres semanas de prueba, trata de convencer a los padres del beneficio del tratamiento, con el objetivo de "crear las precondiciones necesarias para iniciar un verdadero análisis: la conciencia del sufrimiento, la confianza y la resolución de analizarse" (Freud, 1946, p. 21). Durante este periodo de prueba la analista tejía y hacia labores de punto, ayudaba al paciente a redactar cartas y cuentos. En el momento en que se establece el vínculo de confianza se inicia el periodo analítico, o sea, la transferencia positiva.

  • Para Klein, El psicoanálisis del niño comienza en la primera sesión. El trabajo es con las cantidades de angustia y culpa, la angustia es una expresión de las resistencias y la herramienta es la interpretación. La técnica del juego es la vía de acceso al material inconsciente. Los juguetes son los instrumentos para conocer la fantasía inconsciente. Por lo tanto, la conexión es con el inconsciente del niño. "La representación por medio de juguetes en realidad, la representación simbólica en general, al estar hacia cierto punto alejada de la persona misma del sujeto— está menos investida de angustia que la confesión por la palabra hablada" (Klein, 1927). Las transferencias positiva y negativa son manejables. La transferencia negativa se interpreta. En el niño surge la neurosis de transferencia. "Cuando analizo niños — escribe Klein— observo que sus síntomas cambian, que se acentúan o disminuyen de acuerdo con la situación analítica. Observó en ellos la abreacción de afectos en estrecha conexión con el progreso del trabajo y en relación conmigo. Observo que surge angustia y que las reacciones del niño se resuelven en el terreno analítico" (Klein, 1927).

  • Melanie Klein sustituye a la asociación libre por la técnica de juego, instrumento esencial para la observación del niño pre-verbal. Las interpretaciones revelan el significado simbólico oculto en cada juego. Sin embargo, para Anna es equívoco porque, según ella, el niño en este periodo no cuenta con representaciones. En rigor, la técnica de juego es contraindicada en los infantes muy pequeños.

En conclusión, los juicios de Klein están dirigidos a los errores de Anna Freud que implican su desvío a la esencia de la técnica psicoanalítica. En primer lugar, Anna Freud no analiza el complejo de Edipo. Tampoco revisa con profundidad las pulsiones. Emplea la angustia para su servicio y no intenta resolver los sentimientos de culpa. Con todo, no promueve la neurosis de transferencia porque deja pasar sin tocar, la transferencia negativa. "El peligro temido por Anna Freud, de que el análisis de los sentimientos negativos de un niño hacia

sus padres arruinará su relación con éstos, es siempre y bajo toda circunstancia inexistentes" (Klein, 1927). Para Melanie Klein el análisis de niños muy pequeños revela las tendencias hostiles, los sentimientos de culpa originados por la frustración oral, y edípica, que iluminan la sesión con estos contenidos y libera al paciente. Por su parte, la critica de Anna a Klein podría resumirse en cuatro partes: 1) El análisis del complejo de Edipo es imposible porque interfiere en las relaciones con los padres 2) El análisis de los niños debería limitarse a fines educativos 3) El analista no debería aceptar la neurosis de transferencia por respeto a los padres 4) El analista debería ganarse la confianza del niño y desplegar el análisis sobre esa base (Freud, 1980).

2. Líneas del desarrollo y posición


La propuesta de lo que Anna denomina “líneas del desarrollo” tiene una intrínseca relación con la comprensión de los fenómenos psicopatológicos posteriores. Para ella, los niños deberían seguir un curso normal de desarrollo que se sostienen en la existencia de procesos de maduración referidos al ello, procesos de adaptación en relación al desarrollo del yo, el superyó, el medio y los procesos de estructuración donde interactúan todos los elementos organizados.


Desde esta perspectiva, se puede comprender en cuanto al desarrollo evolutivo, que las líneas del desarrollo planteadas por Anna suponen un proceso natural de adaptación al mundo y sus dificultades; por ende, de ser estas líneas interrumpidas, distorsionadas o alteradas respecto a su carácter o naturaleza -vale decir- cronológica-lineal, dan inicio entonces a la anormalidad. En palabras de Hartmann (1993), se expresa de la siguiente manera:


Se pone así al yo bajo observación, considerando linealmente que la distorsión de la función yoica es índice de patología, tesis fundamental de los representantes de la psicología del yo (p. 14).

Existen también factores un poco más carentes de popularidad, mediante los cuales Anna crea consideración claves para la comprensión causal psicopatológica. Cuando Anna y su grupo, en 1941, crean una guardería y residencia en Weddernburn, se dan cuenta que las reacciones psicopatológicas de los niños expuestos a los bombardeos en la guerra y que se encontraban en una absoluta indigencia, estaban determinadas sobre todo por las formas en que actuaban sus madres ante tales eventos, así como también por la acción traumática dada por la separación de los padres, sobre todo si era brusca o brutal y si existían sentimientos edípicos ambivalentes (Reyes, 2002).


Melanie Klein, en comparación con Anna, desarrolla un concepto diferente en su naturaleza y función. Para explicar cómo funcionan y se resuelven los instintos tempranos de vida y muerte, la psicoanalista introduce el concepto de posición. La posición no hace referencia a la fase evolutiva de la libido que Freud caracteriza como etapas anal, oral o genital, o a las líneas del desarrollo anafreudianas; el concepto de Klein refiere más bien a una cierta posición de un individuo dentro de una situación compleja; una posición se define por el predominio de un tipo de angustia especifico, y por los procesos defensivos para elaborar la relación con el objeto. Es importante comprender que, para Klein, adoptamos posiciones ambivalentes entre una y otra (esquizoparanoide y depresiva) a lo largo de la vida, pero sin que esto signifique en términos freudianos necesariamente una fijación o una regresión patológica, sino al contrario, como una alternante de desarrollo normal que sigue el curso natural del desarrollo humano.


El concepto de posición alude siempre a una relación objetal porque un objeto se define siempre en relación [en posición] a los otros. Por otro lado, la posición se refiere a la lucha permanente del yo para elaborar sus angustias y el conflicto permanente entre el amor y el odio. La vida psíquica alterna entre posición esquizo-paranoide y posición depresiva.


Para Klein, cada posición está definida por cuatro elementos y lo fundamental es el tipo de ansiedad predominante: 1) Ansiedad predominante; 2) Relación de objeto; 3) Mecanismo de defensa y 4) Fantasía inconsciente.


En la posición depresiva aparecerán las defensas maníacas en tanto que los mecanismos específicos para evitar la vivencia de ansiedades depresivas como el miedo a la perdida, el duelo, la nostalgia y la culpa. La función de estas defensas es contra todo sentimiento de dependencia, evitando, negándolos o invirtiéndolos. El niño se defiende de la ambivalencia y de las sensaciones que estas ansiedades le provocan. Klein dice que es una triada de sentimientos en una relación maníaca con los objetos: control, triunfo y desprecio.


Y es de esta manera, como la comprensión de la posición nos lleva a una segunda: la de la patología: si el niño no logró ver la madre como un objeto total, corre el riesgo de evolucionar, por ejemplo, hacia una psicosis, así mismo como también desde Anna Freud, un yo débil, con mecanismos precarios y fijado en una etapa del desarrollo, va a presentar psicosis.


Otra consideración relevante frente a estos dos conceptos antagónicos (posición y líneas del desarrollo) guardan su efecto en la técnica analítica. Si en un sentido la línea del desarrollo annafreudiana es cronológica, su técnica entonces se va a delimitar en el marco de una estructura lineal-evolutiva en donde las técnicas de trabajo terapéuticos van a referirse a la educación pedagógica, la preparación del paciente para concientizarlo progresivamente hacia la predisposición del análisis posterior y la observación, comprensión y trabajo de las resistencias y mecanismos de defensa. Si por otro lado, nos asentamos en la base de que las posiciones kleinianas no tienen que ver con un aspecto lineal, sino más bien con algo que se presenta en toda la vida, mediante lo cual tomamos lugar en una o en otra, la técnica kleiniana va a buscar revelar el contenido inconsciente de esas fantasías objétales a través de técnicas alternativas, a lo que para Freud sería asociación libre; y que para Klein es equivalente a la técnica del juego como despliegue de material inconsciente haciendo uso tanto de la transferencia positiva (en acuerdo con Anna), como de la transferencia negativa (en desacuerdo con Anna); y por lo tanto, haciendo uso de una neurosis transferencial, como eficaz herramienta y técnica terapéutica aplicada al psicoanálisis infantil.


3. Psicopatología


Sin ánimo de explicar la teoría Kleiniana por completo, es necesario, por lo menos, estacionarnos en un punto clave de la parcialidad objetal, para de esa forma llegar a concluir, comprender y asimilar como es qué Klein llega a una idea Psicopatológica.


El objeto malo es un objeto parcial que sintetiza las vivencias dolorosos y frustrantes del bebé y del adulto que se encuentra en la posición esquizoparanoide. En él se proyectan las malas experiencias y las partes escindidas del yo cargadas de agresión y hostilidad. Él siempre tiene el poder de transformarse en objeto persecutorio, si amenaza dañar y liquidar al yo y al objeto bueno. Es el fruto de la identificación proyectiva, de los impulsos orales y anales, de las fantasías destructivas escindidas. Además de ser un objeto parcial es un objeto fragmentado. Cuando fallan los procesos de estructuración y maduración del yo, éste les da prioridad a las defensas primitivas de la posición esquizoparanoide, de manera que se producen cuadros o trastornos maníaco-depresivos, obsesivo-compulsivos o confusionales; o se generan psicopatologías neuróticas o psicóticas debido a que no se puede realizar el trabajo de asimilación y síntesis del objeto y el mundo interno se fragmenta llenándose de fantasmas y objetos rígidos.


Cuando el objeto se vuelve determinante, cesa el proceso de proyección e introyección, las vivencias se estereotipan y el mundo se vuelve rígido. Tanto objetos persecutorios como los idealizados devienen paralizantes. El mundo de todos nosotros se transforma en el pequeño mundo particular de un yo encerrado entre los muros que levantaron sus defensas neuróticas o entre las murallas almenadas que erigieron sus defensas psicóticas. Cuando se emerge de estas trincheras es para atacar y destruir a un enemigo que no por fantaseado es menos real.


Especulemos aquí, desde un caso imaginativo, una aplicación teórica que permita distinguir como ambas psicoanalistas determinan la psicopatología: Supongamos que un

niño de 8 años, llamado Matías, es sometido a constantes castigos de carácter inhibitorios por su madre, privándole de jugar Play Station, ya que éste mantiene continuamente actitudes hostiles y agresivas frente a cuando ella le habla o incluso quiere jugar con él, en ocasiones golpea a su perro desmedidamente, y también ha sido suspendido del colegio por jugar excesivamente todo el tiempo con su Tablet, sin poner atención en clases. Su madre relata que hace seis meses atrás, el niño no tenía estas conductas, y que incluso jugaban Play Station juntos, divirtiéndose demasiado, sin embargo, en medio del proceso, su madre, soltera, se involucro con una pareja, la cual llevo a vivir a casa, momento desde el cual, ya no juegan juntos a la Play, y su madre dice estar estresada por tal situación, refugiándose en las divertidas actividades extraprogramáticas de su nueva pareja. A pesar de todo, el padre relata sentirse confundida y no entender el comportamiento de Matías su hijo, debido a que este no se comporta siempre igual, y en ocasiones su actitud es perfecta, pero luego vuelve a la hostilidad, y así, alternada y desordenadamente vacilando entre una y otra.


Desde una teoría Kleiniana, la comprensión patológica sería abordada de la siguiente manera: Matías se relacionaba parcialmente con el objeto madre buena (que juega a la play con el invirtiendo su tiempo) desde una posición esquizo-paranoide. Cuando se comienza a relacionar con la mamá mala, que destina ahora su tiempo en compartir con su pareja, Matías siente ansiedad, frustración, y odio hacia ella, en reacción al sentimiento amenazador de sentir que su madre lo quiere destruir, este intenta destruirla a ella, y exterioriza entonces un comportamiento violento, que se expresará de alguna manera en las diversas dimensiones descritas en el caso. Cuando Matías integra las parcialidades de su madre, siente culpa, y es por eso que vacila entre un comportamiento hostil a una conducta muy perfecta, en donde intenta reparar, y compensar la culpa y el síntoma que este tiene, no logrando una maduración yoica debido a la vacilación entre un estado y otro, sin la estabilidad de un comportamiento adecuado. Klein trabajaría el complejo edípico de Matías, analizándolo, interpretándolo, y trabajando tanto la transferencia negativa como la positiva desde el juego, enfocándose en el trabajo de la culpa, la vergüenza y la agresividad y en el superyó severo y sádico que este ha desarrollado.


Por su parte Anna Freud trabajaría el caso desde una estrategia que levante las represiones de Matías para de alguna forma invocar su pulsión anal, para trabajar el control, y otras patologías que se pudiesen desprender desde su liberación, como por ejemplo su complejo edípico y la relación entre sus instintos de muerte hacía la figura paternal que ahora se está presentando como amenazadora.


Conclusión


El debate por lo infantil, amenaza sin duda -desde una opinión- a una desteorización de las construcciones conceptuales que el psicoanálisis ha venido poniendo como fundamento a través del tiempo; digo esto porque lo infantil supone una categoría distintiva, mediante la cual se desmarca al niño desde las metodologías alineadas a una teoría del análisis adulto. El niño presupone una distinción del adulto: ambos son distintos, pero no tanto; y me parece que este “no tanto” es lo que llevo a Klein a deconstruir teorizaciones psicoanalistas previas respecto de como opera el aparato psíquico del niño. Las conceptualizaciones como neurosis de transferencia, que guardan una relación directa con la teoría psicoanalítica, son puesta en duda cuando lo que hay en la palestra es algo diferente. Pareciese ser, que, aunque Anna Freud haya dedicado su vida a una labor muy práctica, ésta quedo estacionada en la teoría. Es posible que Anna Freud haya querido honrar el legado teórico de su padre, pero no es el caso de Klein, quien antepone -en una acepción- violentamente contra las teorías clásicas del psicoanálisis, para respetar la singularidad, lenguaje y sintomatología del niño. En otras palabras, como titula Barranca Ruíz un artículo científico indexado en la revista de Asociación Española de Neuropsiquiatría, Klein, es como una princesa “que creó su propio reino” (Orellana & Ruíz, 2004).


Klein hace bien en establecer lazos de comprensión y no determinaciones fuertes, causalistas, un enorme avance al psicoanálisis determinista. Nos pone en una posición de expectantes frente a una terapéutica ideal, en donde la interpretación desde una mirada desprejuiciada, hermenéutica y empática supone mayor importancia que una teoría rígida, como la que considero desde mi apreció, es el caso de Anna, quien, desde sus líneas del desarrollo, plantea ya de antemano, una normatividad de lo sano y lo insano, lo normal o lo patológico. Klein prefiere sacarse estos lentes de encima, y visualizar algo diferente. Re- vivenciar la rigidez objetal, es para Klein, examinar sistemáticamente, los pilares desde los cuales se configura la representación misma de la existencia, y por lo tanto re-nacer, re- abrir el momento del cierre, re-tomar opciones y buscar otras. Desde una una mirada más fenomenológica, la re-visión de hallarse en un mundo rígido, hace posible re-visualizar un universo que es mucho más amplio, de manera que la intervención terapéutica kleiniana de un mundo rígido e infernal, ofrece brillantes perspectivas de re-construcción de un sujeto activo en su mundo, intencional en su yo, maduro, creativo y feliz.



Por: Fabian J. Castañeda Vidal



Bibliografía


Begoña, A., & Gutierrez, S. (2004). Introducción a los tratamientos Psicodinamicos . España: Uned. Cueii, J. (2008). Teorías de la personalidad. Mexico: Trillas.

Freud, A. (1946). Psicoanalisis del niño . Buenos Aires: Iman.

Freud, A. (1980). El yo y los mecanismos de defensa . Barcelona: Paidos. Hartmann, A. (1993). En busca del niño en la estructura . Buenos Aires: Manantial. Klein, M. (1927). Simposium Sobre Analisis Infantil. Mexico: Paidos.

Orellana, V., & Ruíz, B. (2004). Melanie Klein, una princesa que creó su propio reino. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, 117-136.

Reyes, V. O. (2002). Anna Freud, una vida dedicada al conocimiento y a la ayuda psicológica del niño.

Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría (81), 65-78.

 
 
 

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