top of page
Buscar

LEER...

Actualizado: 17 jul 2019


Estoy cansado. Realmente estos días he leído mucho y me la he pasado haciendo resúmenes y memorizando cosas varias. Justo ahora he acabado algunas cosas, me iba a acostar, pero me pasó como cuando experimentamos aquellas pseudoteofanias y nos envuelve algo más allá de nosotros, un algo insospechable, nunca se sabe de que se trata, pero siempre es un algo. Eso me llevo hasta aquí, a escribir desde el corazón.


Me enamoré de la lectura. Es cierto, siento que me enamoré. Quizá y este amor por la lectura haya sido el más largo de mis amores. Aveces sospecho que si me observaran desde una computadora neurocientifica mi actividad cerebral pondría de manifiesto como la secreción de feniletilamina, el neurotransmisor que todos padecemos en la sensación de mariposas y sudoración, la dopamina o la adrenalina secretarían intensamente su sustancia.


Me intente preguntar recién porqué es qué me gusta leer. Pero me doy cuenta, mientras escribo, que la pregunta esta equivocada. Si leer es como enamorarse, enamorarse prescinde de toda racionalidad; enamorarse es en efecto, pura emoción; y quizá el mejor símil del enamoramiento no sea otro que la locura. Amar [enamoradamente] es como volverse loco, o peor aún, estar loco y volverse amor, o sentir que amamos mientras rayamos en la locura; y recuerdo ahora, entre esas frase populares, aunque nietzscheanas, que"hay siempre algo de locura en el amor; pero siempre hay algo de razón en la locura".


Cuando yo leo, nunca se bien lo que estoy haciendo, pero tengo la sensación de que en algo estoy entramado; cuando un físico está en su laboratorio ensimismado en su experimento, nunca sabe realmente si lo que está haciendo es ciencia. Es como un niño. No busca algo en particular, solo busca. El verdadero científico solo se divierte, solo ama. El simplemente está ahí, arrojado en su experiencia subjetiva, y quizá lo que nos une a los físicos y lectores, sea ese amor; no un amor cualquiera, sino ese particular; y lo que hace de nuestro amor particular, son sus peculiares características que subyacen por debajo de nuestra actividad: la anulación del determinismo, la distorsión de la categoría, la multiforme hermenéutica y miles de interpretaciones abiertas posibles que siempre posan sobre una naturaleza polisemica, abierta al dialogo, la flexibilidad y el cambio.


Un texto siempre puede ser otro, tal como la ciencia siempre puede ser una no-ciencia. La objetividad no existe en el amor, sino la transformación. Si el físico quiere, el campo electromagnético se comporta como eléctrico, o si quiere, como magnético; y así, nos entramamos nosotros en la lectura, como si ésta fuese cualquier cosa, y aunque cualquier cosa ya es un algo, depuramos su cosificidad; dejar que el texto hablé, y permitirle expresarse de otra manera, es una oportunidad de transmitir vida; lo que me fascina de leer, es que puedo darle vida al texto, tanta vida como para que comience a hablarme, tanta vida como para que el también me lea, porque en ultima instancia, soy también un texto, aunque con habilidades que han evolucionado desde su primitividad, pero soy texto... y hablo.


Leer es también, siempre un escribir. Escribimos el texto que leemos, lo traicionamos. En efecto, quizá, nunca leemos. Quizá la lectura no sea más que arte, una interpretación; una traducción de otra lectura; una distorsión del mensaje. Nunca sabemos lo que la lectura dice de si misma. Nunca sabemos lo que dice en verdad. Leer es como conversar con alguien, cuando lo hacemos, pensamos que esta diciendo algo, pero quizá, no está diciendo nada y solo esté amando; quienes escribimos, hemos aprendido a amar. Amamos en compensación de leer, como un ciego escucha en compensación de mirar, porque leer siempre es también mirar y escuchar siempre es también volver a leer; escribimos porque leemos; escribimos sobre el texto ¿cuantos libros hemos escrito mientras leemos? decía Lacan, que leer, es lo mismo que se hace en psicoanálisis: intentar escuchar y padecer la escritura escribiendo lo que pensábamos haber oído y, en ultima instancia, darnos cuenta que no estábamos ahí para escuchar, sino para amar...


Por: Fabian J. Castañeda Vidal



 
 
 

Comentários


bottom of page